viernes, 17 de junio de 2011

FINITUD Y FINALIDAD

12 de enero de 2010

Llego al MUAC y pido una caja al azar. El territorio por recorrer en este archivo es tan vasto que creo que prefiero la emoción de las sorpresas a una metodología rígida.
La labor frente a mí es titánica y sólo tengo preguntas. ¿Cómo me acerco al archivo de alguien que falleció tan recientemente sin sentir que estoy trasgrediendo su intimidad?  ¿Cómo no caer en un homenaje sentimentalón, ni balconear a alguien que ya no puede defenderse? ¿Cómo manejar el material sobre las personas vivas? ¿Cómo evitar que el trabajo en el archivo se convirtiera en un acto de rapiña? ¿Cómo no caer en la autocensura? ¿Cómo encontrar un caminito en esta inmensidad de documentos? ¿Cómo hablar sobre el archivo y las estrategias de reactivación…que es lo que más me interesa? ¿Cómo investigar lo que a me interesa personalmente, aunque no hubiera sido uno de los temas centrales de Olivier?
En fin.  Ya irán surgiendo las respuesta….o no. 

Los archivos son como una extraña máquina del tiempo que nos permite ver hacia el pasado mientras mantenemos la mirada puesta en el futuro, ambos poco menos que promesas que se nos escurren entre los dedos si no nos situamos en el presente.
En los documentos en el archivo de Olivier se palpa el paso del tiempo; se ve el transcurso de una vida y también de una época.  Por un lado, los papeles van trazando su vida paso a paso…logros, fracasos, anhelos. Por ejemplo, me encontré la carta que escribe al Colegio de México, en donde era traductor, avisándoles que va a dedicarse a investigar. Por otro, el paso del tiempo es palpable físicamente: además de los manuscritos, hay páginas escritas a máquina y después desfilan diversas impresiones digitales. Los papeles incluso huelen diferente según la época. 

Me sorprende encontrar tantas fotocopias. La era de la clonación de archivos que estamos viviendo ahora con toda la tecnología digital ya venía avanzando desde que llegó la fotocopia, que realmente no es tanto tiempo.  Yo todavía recuerdo aquellas primeras fotocopias en los sesentas que salían mojaditas y había que colgar a secar. 


Me interesa el archivo como contenido y como forma.


¿Cómo sería Olivier en los setentas?  Creo que lo conocí en esa época, pero no recuerdo cuándo ni dónde. Tengo que checar si aquella primera exposición que organizamos los cuates de San Carlos en la Alianza Francesa fue durante el tiempo que él estuvo trabajando ahí.  Una primera mirada al archivo me muestran a un niño que hacía dibujos y a un joven que escribía cuentos. ¿Los conservaría por nostalgia o para recordar siempre su lado creativo? Hay una carta astral con todo y descripción del personaje….buenísima!!!!



Eloísa Hernández, que es quien conoce verdaderamente a fondo el archivo porque lo está clasificando, me trae una caja que me lleva vertiginosamente por el tiempo: hojas impresas de su diario personal de 2000, cartas familiares, documentos, tarjetas de amigos y colegas de varias décadas, artículos, el libro que escribió con apoyo del FONCA y hasta algún talón de un boleto de avión o la nota de algún depósito bancario. Es un enorme rompecabezas, máxime que no soy experta en el trabajo de Olivier ni en los temas que a él le interesaban.  Creo que lo más congruente sería empezar por lo que sí conozco. 



Eloísa me pasa la Caja 39 que incluye material hemerográfico de Olivier de los años setentas.  Siguiendo el ritual inevitable del archivo, me pongo los guantes blancos y empiezo. 


El primer recorte es el artículo Deslumbra, Impone, Intimida… de Debroise sobre el recién inaugurado MARCO en Monterrey en el periódico EL NORTE el 30 de junio de 1991, en el que afirma:  
“por sus proporciones, más que por sus dimensiones reales, la arquitectura interior del MARCO deslumbra y aterra…(Un museo) trata de introducir al espectador a la obra de arte (…) no de deslumbrarlo con el supuesto genio de los artistas; no se trata de intimidarlo. El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey se sitúa deliberadamente en una línea opuesta.”


Su comentario, poético y crítico, está lleno de frases citables, aplicables a otras instituciones museísticas, incluyendo al MUAC:
“No acaban, de cualquier modo, de llenar las paredes. Algunas piezas, de dimensiones (relativamente) más modestas, se ven hasta chicas; los cuadros de Dulce María Núñez, por ejemplo, estampillas perdidas, como ahogándose en la inmensidad de los muros blancos.”
Quizá una forma de resolver la exposición sería tomar citas de textos de Olivier que dialoguen con la situación actual.  


“Se asume de una vez por todas que el arte es bello, y que lo que está en el museo debe estar allí y no en otra parte.  No se presentan las obras, sino que se imponen, sin otro criterio museográfico que ciertas asociaciones visuales, correspondencias vagamente surrealistas y, en este caso preciso, las limitaciones definidas por las mismas dimensiones de los cuadros.”


¡¡¡¡UFFFF!!!! Esa podría aplicársele a casi todas las exposiciones.

3 comentarios:

abigail dijo...

Para mí fue muy difícil trabajar con el archivo de fotos de Debroise ahora en MUNAL. Sentía, como tú, que era una especie de intromisión. En ese archivo sólo hay fotografías, que aunque en diferente grado sí fueron parte de su vida personal, no son escritos de puño y letra, no hay un grado de intimidad como lo hay en un diario, en documentos de identificación, etc. Sin embargo, más allá de las obras, el archivo tiene algunos detalles sugerentes. Una fotografía antigua, que James Oles refiere como una de las favoritas de Debroise, está adherida a una de sus tarjetas de presentación. Este hecho siempre me ha intrigado muchísimo y me ha dado para imaginar muchas situaciones e hipótesis: ¿chiste local? ¿un guiño? ¿Descuido? ¿Por qué una albúmina de mediados del siglo XIX está así? ¿He caído acaso en un falso problema? El restaurador Pablo Amador en un curso en la maestría nos hablaba de un Cristo novohispano de caña de maíz en el que encontraron fragmentos de códices utilizados a modo de papel maché para elaborar la pieza devocional.
... No tengo idea de por qué la albúmina de Debroise está así. En todo caso, ¿qué peso tiene esto en la investigación? Aspectos como éste nos obligar a discernir entre los abordajes, preguntas, y la diferente naturaleza de los elementos que representa un archivo en tanto contenido y forma, como señala Mónica.

Para mí, trabajar con un archivo como el de Debroise, significó, entre muchas otras cosas, un reto por lo que te preguntas al inicio. A diferencia de ti, no lo conocí, así que he ido descubriendo (porque sigo haciéndolo con cada cosa que leo de él y sobre él y mucho más con esta exposición) a Olivier Debroise a través de un archivo fotográfico que tiene muchos cruces con sus textos sobre foto (cruces no siempre literales o representados por un objeto fotográfico, aunque a veces sí), con sus novelas, con Un banquete en Tetlapayac y ahora con su novela Traidor , ¿y tú?. También he aprendido muchísimo sobre los temas de arte, cultura visual y fotografía de los que trabajó. Un personaje enorme cuya una obra es más que valiosa, por lo que poder trabajar con lo que acumuló a lo largo de su vida es un privilegio igual de enorme.

Monica Mayer dijo...

Gracias por compartir tus experiencias Abigail. Fíjate que a mí me intrigaba mucho un folder que decía Arte Colonial y adentro tenía dos fotos de conventos, pero también una foto de una película del cine mexicano de los cincuentas con el caballero sentado en el escritorio y una dama muy femenina en pose de modelo / secretaria. También me hizo alucinar: ¿Sería un comentario político? ¿Una pieza de arte conceptual involuntaria? ¿Un error de Olivier o de quienes empacaron o desempacaron su archivo? Seguramente es un problema falso, una casualidad irrelevante, algo que ni siquiera tiene que ver con Olivier, pero a mí me encantó. Yo, como artista, no tengo el menor empacho en usar ese tipo de materiales para armar un discurso, pero supongo que para los historiadores plantea otro tipo de problemas.

abigail dijo...

Yo también hubiera alucidado!

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